Mira el signo sutil que los dedos del viento
hacen al agitar el tallo que se inclina
y se alza en una rítmica virtud de movimiento.
Con el áureo pincel de la flor de la harina
trazan sobre la tela azul del firmamento
el misterio inmortal de la tierra divina
y el alma de las cosas que da su sacramento
en una interminable frescura matutina.
Pues en la paz del campo la faz de Dios asoma.
De las floridas urnas místico incienso aroma
el vasto altar en donde triunfa la azul sonrisa;
aún verde está y cubierto de flores el madero,
bajo sus ramas llenas de amor pace el cordero
y en la espiga de oro y luz duerme la misa.
(Rubén Darío)
(Rubén Darío)
Fastuoso despliegue de la belleza.
ResponderEliminarCasi siempre, lo verdaderamente hermoso,
ResponderEliminares tan simple y sencillo que ni lo vemos
Millones de espigas en el mundo y a esta,
entre Rubén Darío y tú la habéis hecho única.
Qué maravilla!!!
ResponderEliminarBella estampa de una mies, descrita de forma convencida, por un poeta.
ResponderEliminarMi poeta de cabecera, Juan Alcaide, escribió:
ResponderEliminarDame, Señor, la gracia de la espiga:
templarme a todo viento, abrirme en granos,
molturarme en dolores cotidianos
y amasarme en artesas de fatiga.
Seguro que le hubiese gustado tu fotografía.
Confieso que he tenido que recurrir al diccionario por "molturar" Un hermoso verso. Muchas gracias Juan
Eliminar