Algo tiene la puesta de sol. Algo tiene. Algo que despierta en mi interior esa emoción ancestral que invita al recogimiento. Algo que recuerda la finitud de las cosas, la finitud de la vida, la transitoriedad de todo, nuestra impermanencia. La magia de la luz no puede acallar el grito de las ausencias. Desde los pájaros que vuelan nerviosos en busca de sus refugios arbóreos, hasta el vacío que provoca la oscuridad creciente. Vaporosas nubes que parecen acariciar esa esfera de fuego que se retira sin la promesa de volver a pesar de que siempre hay un mañana. ¿Siempre?
El atardecer tiene tintes de presagio. ¡Ay de aquel que no lo escucha!
Y mientras la estrella se oculta, el viento se calma y el silencio levanta la voz. Es tiempo de quietud, de reflexión. De agradecimiento.
El atardecer tiene tintes de presagio. ¡Ay de aquel que no lo escucha!
Y mientras la estrella se oculta, el viento se calma y el silencio levanta la voz. Es tiempo de quietud, de reflexión. De agradecimiento.
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mundo interior
Una de mis carencias es vivir dentro de un patio de manzana donde no tengo ninguna perspectiva, vivo encerrado sin poder ver lo que más me gustaría, los atardeceres. He visto atardeceres inimaginables por aquí en el trópico y en Alaska, violentos, multicolores, no sé si me sugieren el recogimiento, pero sí una belleza que traspasa el alma.
Precioso! la primera como si se hubiera incendiado el cielo y se produjera una mezcla de resplandor de llamas y humo oscuro...la segunda, como si estuviéramos viendo el cráter de un volcán por dentro...parece horizontal, no vertical...horizontal invertida, como que los pájaros fueran algo que flota sobre el magma al revés...¡ no he bebido nada! palabra ; )
Déjame explicarte -para complicarlo más- que tanto una como la otra, son puras fantasías. En la primera, el Sol está añadido. En la segunda, son los pájaros los añadidos. La mayoría de mis imagenes son así; primero fotos capturadas. Luego con ellas fabrico imágenes. Algunos lo llaman impresionismo fotográfico, pero a mí no me gustan las etiquetas ( o no entiendo de ellas). Gracias por venir.
Es curioso que tanto un ocaso como un amanecer tengan un significado tan metafórico como sincero dentro de nosotros. Hay algo de despliegue hermosísimo que nos acongoja cuando muere el día: contemplar el ocaso es no querer despedirse de aquella visión, que además parece demorarse, si bien lo único que hace es proseguir su ritmo, ajeno a los humanos. Pero los amaneceres transmiten otra clase de lentitud, el nacimiento de lo imperceptible, lo rayano, aquello que llega y se nos impone con una luz diferente pero jubilosa. Los amaneceres de mi infancia y juventud en tren hacia Ávila me proporcionaron no solo su presencia y su acción sobre el paisaje que despuntaba, sino sobre mí mismo. Contemplaba el horizonte y los paisajes agrarios, tan cercanos y sin embargo tan lejanos para mi conocimiento precario. Tener que elegir estéticamente entre aurora y ocaso sería una cuestión mal planteada. Simplemente se dan, hay que disfrutarlos si el lugar y la ocasión nos lo permite, como hay que aceptar los otros dos extremos de nuestras existencias y mientras recorrer, simplemente recorrer y dejarse.
Comentarios como este, son los que le dan sentido a este ejercicio participativo.
...cuando muere el día: contemplar el ocaso es no querer despedirse de aquella visión...
En sentido figurado, contemplar el ocaso es contemplar la vejez y la cercanía de la muerte. Y claro, cuesta mucho y lo normal es no querer despedirse de esa visión. Me gustaría tener la entereza suficiente como para convertirlo en algo digno, noble e incluso hermoso.