Para una mayoría, la idea de que el mundo les queda pequeño, es una realidad. Sobrepoblación, proximidad incómoda del gentío, multitud, muchedumbre migratoria, arquitecturas que constriñen, urbanismos con espacios insuficientes... se ahogan. Tienen la sensación de que el mundo se encoje a su alrededor. Todo les resulta insuficiente.
Algunos por orgullo, otros por ambición.
Algunos por orgullo, otros por ambición.
Para otros, el mundo es demasiado grande. Sienten lejanía en pleno centro de la vorágine urbana. Los espacios les parecen elementos vivos que crecen. Las distancias les parecen el resultado creciente de una progresión geométrica cada vez que las observan. Tienen la sensación de empequeñecer, de menguar en si mismos.
Algunos, por soledad; otros, por abandono.
Algunos, por soledad; otros, por abandono.
Foto: Philippe Conquet
No lo has podido definir mejor. También sucede que cada cual ha podido tener ambas percepciones a lo largo de su vida. Rachas en que nos parecía el mundo raquítico (tontos ignorantes) y rachas en que creíamos que era tan grande que no lo podíamos aprehender (ambiciosos inútiles) Por supuesto, me refiero a los mundos concretos donde hemos nacidocrecidomultiplicadoycasifiniquito. Percepciones, sensaciones, manías, límite, frustraciones o planteamientos excesivamente amplios y sagrados. Después de ver todo lo que acontece en esos últimos tiempos a uno se le ha quitado toda gana de transformar un mundo que no es transformable por voluntad y sí acaso por capricho. Uno ya no controla ni el capricho. (Tema de cháchara con un porrón y unos cacahuetes de por medio sobre una mesa de mármol de taberna)
¿Puede ser, cambiar los cacahuetes, por unos berberechitos?
Es que los cacahuetes son demasiado carbohidrato para mi diabetes y además ya sabes que a semejanza de las pipas, cuando empiezas no hay quien pare.
Y si, tienes toda la razón. No hace falta que la vida sea muy larga como para cambiar de grupo, incluso varias veces.